Los años bien cumplidos

Es cumplir una palabra venida a menos. Su sentido original ‒etimológico‒ de llenar o completar se ha ido desgastando hasta quedar en una escuchimizada observancia de las obligaciones o en una desconcertada acumulación de años por irrefrenable inercia.

Así, cumplidor, que en otros tiempos se consideró el elogio supremo al hombre formal, cobra ahora matices de escasez y describe a quien se limita cuidadosamente a dar sólo aquello que no puede escatimar sin sonrojo.

Cumplido, en cambio, equivale a completo o perfecto, largo o abundante; excede feliz e infinitamente la capacidad de ese cumplir devaluado y parásito que se ha instalado en nuestro corazón y en nuestro pensamiento.

Ojalá reverdezcan las palabras, para que cumplir sea la acción generosa que no negocia consigo misma y cumplidor, el que no escamotea amor ni esfuerzos.

Ojalá florezcan y fructifiquen, para que los años cumplidos sean completos y perfectos, largos y abundantes. Que no nos conformemos, por un desfallecimiento de la lengua, con ir tirando.



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