Pretextos para no vivir

Los filósofos y los poetas ‒los pensadores y creadores de toda disciplina‒ van alertando con su obra y con su misma existencia al resto de los hombres de la necesidad de prestar atención a lo que uno es y siente, dice y hace, y a la influencia que eso ejerce en lo que otros son y sienten, dicen y hacen.

Pero los hombres se los toman a chufla agria y los increpan:

—¡No sabéis lo que es la realidad, lo que son el deber, la responsabilidad, la urgencia! ¡No conocéis la tragedia de vivir! ¡No tenemos tiempo para esas finuras!

Tienen razón en lo segundo porque, para cualquiera que contemple la vida con la humildad y la admiración que se merece, vivir no es tragedia, sino más bien milagro y maravilla. Prodigio auténtico sin dulzor de disney. Y así es como perciben y comprenden el vivir los poetas y los filósofos: bella complejidad, aun en carne viva.


Se equivocan de plano en lo primero. Los pensadores y los creadores aman, investigan y aprenden la realidad como los entomólogos los bichitos y los mariachis el jolgorio musical de Jalisco. Conocen el deber, la responsabilidad y la urgencia de ser humanos, que exceden con mucho las exiguas parcelitas de la convención económica y social. No ignoran que lo material acucia ellos mismos necesitan comida, abrigo, cobijo pero le niegan a lo material la última palabra, cuando no la única.
 
En cuanto al tiempo, ¿qué cuento es ese? ¿Acaso no disponemos todos del mismo, aunque siempre sepa a poco y no admita prórroga? ¿No tenemos apenas una vida enterita?



Silueta de prisionero encadenado de frente, Francisco de Goya


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