Espejo, mosca y cuerda

El espejo que usa hoy el escritor es deforme y está desconchado, empañado y sucio. Sabe que no debe dar crédito a su reflejo. Aun así, se mira en él y lamenta los esfuerzos infructuosos, los sacrificios sin contrapartida. ¿Qué recompensa le serviría? ¿Qué espera en realidad? Lectores. Interlocutor, que diría Carmen Martín Gaite. Y un poquito menos de miseria.

El escritor quisiera ser leído y solicitado por las editoriales, recibir galardones y estar bien pagado. Pero ¿qué falta le hará a nadie contratarlo, remunerar su labor minuciosa o acariciar con dedos juguetones su ego variable -orondo ahora, desinflado y abatido al cabo de un instante-? Privado de tales atenciones, seguirá de todos modos escribiendo.

¿Qué mosca le habrá picado al escritor, y con él a tantos otros hombres? Incluso en estos tiempos en los que nadie paga -ni siquiera las deudas- a cambio de nada, los hay que se aferran al trabajo gratuito, arduo y autoimpuesto como única cuerda con la que tratar de atarse a un mañana próspero. También los hay que no trabajan nunca; y de éstos, algunos hasta cobran.

Comentarios

  1. Malos tiempos para la lírica, que decían aquellos cantantes...

    Me gusta el lamento. Lleva ritmo de viento...

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  2. Malos tiempos a secas, Miguel Ángel. ¡Hala, a remangarse para tratar de hacerlos un poquito mejores!

    [¡Qué bonito "el lamento lleva ritmo de viento"!]

    Un abrazo.

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